Hola, gracias a todos/as por la II Marcha.
No pretendo relatar una sucesión de hechos cronológicos y estrictamente objetivos, no tengo datos precisos ni un balance general de lo que sucedió en la marcha. Lo único con lo que cuento es con la experiencia de haber estado allí y, por tanto, lo único a lo que puedo atreverme es a compartir, con quien lo desee, lo que unas horas después recuerdo; lo que vi desde mi sitio, lo que escuché y sobre todo lo que sentí.
No hay nada más que eso.
El ser humano está constantemente comunicándose con el exterior, las formas de expresión que utiliza son diferentes, pero todas igualmente válidas. Se transmite con el arte, con la literatura, con las sonrisas, con la mirada, con gestos en las manos, con actitudes, con palabras, con besos y silencios.
El mismo hecho puede ser narrado de mil formas distintas, ésta es una de ellas.
La fiesta de los Derechos Humanos.
El cielo decidió mostrarte generoso y desplegar al sol en todo su esplendor, después de recorrer kilómetros, de saltar obstáculos, de enfrentar dificultades y solucionar imprevistos, allí estaban ellos, los que fueron y los que no pudieron acercarse al lugar. Todos con la única intención de hacerse visibles y reclamar a una sola voz el respeto por los derechos humanos.
La plaza lucía su aspecto habitual y para muchos ciudadanos el día era simplemente uno más de los tantos que conforman el calendario. Los transeúntes avanzaban como cauces de río, llevaban en mente preocupaciones, ilusiones, miedos, esperanzas… una mezcla de sentimientos en los que no estaba incluido el derecho a una vida digna.
Junto a un quiosco, un grupo de personas charlaba alegremente; en la puerta de una cafetería dos conocidos se saludaban después de tiempo; en las tiendas el trajín habitual de un sábado por la mañana hacía mella en sus trabajadores; en la farmacia una anciana compraba aspirinas; el túnel del parking expulsaba una fila de vehículos y en la Iglesia de la Santa Cruz una pareja de novios se unía en matrimonio. Casi todo ocurría como cualquier otra mañana, excepto para el FORO DE VIDA INDEPENDIENTE, para ellos, después de mucho tiempo de preparación, había llegado el día de la II Marcha por la visibilidad.
Para algunos, lo especial pasó desapercibido, llevaban los ojos cerrados y la prisa les impidió detenerse. Sin embargo otras muchas personas detuvieron sus pasos en el centro de la plaza, no para fotografiarse junto a la estatua del barrendero de bronce, sino para contemplar admirados la luz que misteriosamente surgía de una concentración.
Eran más de las doce, el color verde salpicaba la imagen congelada. Ancianos, adultos, jóvenes y niños formaban un círculo y acogían entre ellos sus compañeros de batalla. La expresión conjunta era una inmensa sonrisa; los niños, sentados en primera, fila disfrutaban del espectáculo y los adultos, a sus lados, se sentían felices de estar allí.
En medio del murmullo y del ruidoso tráfico se abrió una brecha de silencio anunciando el inicio del encuentro. Se oyeron, entonces, las voces de varias personas con diversidad funcional y sus respectivos asistentes personales, explotando al máximo, cada uno de ellos, la capacidad de sus pulmones, sin hacer uso de micrófonos ni altavoces. Era tan importante lo que transmitían que el mensaje llegó a cada uno sin desvirtuarse un ápice, a pesar de los desafortunados gritos de un paseante al que hubo, sin éxito, que disuadir.
La diversidad es siempre una ventaja y aquello parecía un enorme mercado de flores, cada una de ellas con un color y un olor diferente, luciendo hermosas bajo el sol. Lo normal habría sido que, por ser flores, permaneciesen callados pero todo lo contrario, alzaban sus voces demostrando que estaban vivos, llamando la atención de quienes con extrañeza fijaban sus miradas en ellos.
Exigían, en un ambiente festivo, la igualdad de todos y el deseo de una vida digna, libre e independiente. Les pertenecía aquel momento; a ellos y a todos los que, sin poder estar allí físicamente, les acompañaban con la intención. Los derechos humanos les correspondían y estaban dispuestos a reclamarlos hasta su pleno cumplimiento.
Se hicieron visibles aquella mañana, llamaron la atención y se mostraron con fuerza y decisión, con la firme determinación de avanzar hasta el último centímetro del recorrido.
Para quienes no estaban familiarizados con la figura del AP se hizo una breve y precisa explicación, exponiendo sus diferentes ámbitos de actuación, se describieron algunas de las situaciones de injusticia y se oyeron aplausos como signo de apoyo incondicional.
Tras los aplausos, cambió el reparto y una original escenografía indicó el camino necesario para alcanzar una vida digna.
La primera parte del día había resultado un éxito, significaba el logro personal de los asistentes y un logro común a todos. Son pasos cortos y seguros los que hacen avanzar a la humanidad y la mañana del 13 de septiembre sirvió para dar un gran salto.
El calor empezaba a hacer estragos pero la música les refrescó de inmediato, se saludaron entre ellos, se alegraron al reconocerse, cambiaron nombres por rostros y, con la sensación de haber dejado las cosas bien hechas, fueron a comer.
Con las energías renovadas y la ilusión en su punto más álgido, se reunieron, a las seis, en la plaza de Jacinto Benavente. Desde allí, cuesta abajo, daba comienzo la II Marcha.
Detrás un camión, adornado con globos, y una gran pancarta, en la que se leía “DERECHOS HUMANOS YA”, marcharon en fiesta hacia el final de la calle Atocha. Les acompañaron las miradas de cientos de desconocidos, los lemas de decenas de pancartas, las voces de espontáneos al micrófono, el sonido rítmico de los tambores y los curiosos que, tras las cortinas, les observaban desde las ventanas de su casa.
Fue una verdadera fiesta, un encuentro a favor de la dignidad. No pedían regalos ni favores, exigían derechos, lo que por el simple hecho de ser personas les correspondían.
Se echaron en falta más medios de comunicación, quizá habría sido de gran ayuda que algunas de las cámaras que van siempre en busca de la noticia captasen aquellos momentos y los reprodujesen en las televisiones de miles de hogares. Sin embargo, cada uno de los asistentes se llevó grabada en la mente el recuerdo de lo que allí ocurrió y con total seguridad sabrán difundirlo para conseguir que el año que viene sean aún más los que acompañen la demanda y que esta realidad se convierta en un problema que afecte a todos, tengan o no, diversidad funcional.
Al final de la calle se pararon los motores, frenaron sus pasos y leyeron el manifiesto, aplaudieron y quedaron en encontrarse un año después, con más ilusión y más empeño si cabe.
La II Marcha ha sido un regalo, una oportunidad y un reclamo. En esta ocasión no pude implicarme en ella tanto como hubiera querido, espero, o al menos eso deseo, que en la próxima yo también forme parte de quienes con admirable esfuerzo y dedicación la han hecho posible, a todos ellos Gracias.
Un saludo,
María Cadarso Mateos
Publicado por estoy_viva en 5:03
Hay un lugar dentro de mi casa que es mi lugar favorito, desde el contemplo el mundo que me rodea delante de mi ordenador. Quiero desde el transmitiros mi experiencia algunas veces buena otras no tanto de mi paso por la vida con mi discapacidad, otras veces sera mis sueños, ilusiones y esperanza de seguir disfrutando de todo lo que me rodea....pero siempre desde....mi rincon
No es la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino los pensamientos y acciones de los demás.
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Deseos y amores, poseen futuros inciertos uno nunca sabe cuando se cumplen sino hasta tenerlos.
Gracias por dejar tu huella en mi humilde morada.